Conmemorar el 24 de febrero de 1985 es conmemorar, mantener en la memoria la mañana en que se levantaron la voz de JOSÉ MARTÍ y la del PARTIDO REVOLUCIONARIO CUBANO para llevar la LIBERTAD a la ISLA CON ALMA, a la ISLA DE CUBA.
«VERSOS DE LA LIBERTAD»
La libertad no es una gala,
se festeja en el silencio de la acción,
en la voz levantada al frente de otras voces.
Es hallar un hogar
más allá de las cuatro paredes de una casa,
en la lágrima de quien doblega su rodilla
ante la fuerza vanidosa de un don nadie
y se muerde la lengua,
amenazado,
por una espada invisible,
la del poder que arranca la libertad con frases dulces
y promete un cielo de oropeles
que no existe.
Guárdate de mirar con tus dos ojos
la voz encantada de los cantos
del exceso,
del discurso cosido con mentiras.
Guárdate de la mano
que no se tiende para luchar,
sembrar, acariciar o arrancar,
cuando llegan las lluvias,
la hierba envenenada
del “yo te doy a cambio de tu vida”.
Como la rosa blanca,
sobrevive a la zarza del rosal,
a sus espinas,
La libertad está con hierro
prendida, con pasión, al pensamiento.
No mires con tus ojos
como únicas ventanas,
asómate a los rostros sin nombre
que en las cárceles adiestran su nostalgia,
que extrañan respirar el aire libre de la palabra abierta,
sin temer perder las venas y su sangre
ante un oído dictador
que guía la mansedumbre
de la manada hambrienta.
No hables con tus labios
como única fuente donde el agua
son palabras sólo tuyas.
Habla por aquellos que no hablan,
los que callan, obligados
por la sed y el hambre que otros utilizan
para saciar su vanidad,
su altura irreal,
la falta de sueños, si un día los tuvieron.
No hables por ti.
Di versos en voz alta,
por los que no pueden caminar por esa acera
blanca y soleada que, a veces, es la vida.
Di versos con estrofas encendidas.
Detente si ves un brazo erguido
tras un gesto que libera a un semejante
del yugo igual que nos oprime.
Párate y acoge en tu palabra
la voz de quienes comen tierra
como único alimento, cada día.
Lávate las manos de mentiras.
Enjuágate la cara de temores.
Arrastra, con los que nada tienen,
las argollas de su vacío
y empuña las armas necesarias
para quebrar los cristales empañados
de las ventanas cerradas
donde pretenden cercenar la libertad
y dejarla sin aliento.
Cambia tu nombre.
Deshecha tu idioma.
Toma los nombres de todos los que sufren,
aprende a hablar la lengua de la lucha,
conviértete en espejo, no sólo de tu sombra.
El mal que siente el otro es tu propio dolor,
la negra oscuridad que llena tus pupilas.
Pronuncia la libertad
en cada acto que tus manos hilvanen
y que tu boca diga.
Enjuágate la cara de temores.
La libertad es lo grande que le queda
a quien sabe de su alma ensangrentada
y suma, en sus espaldas,
el dolor de la opresión,
el color de un sol que nunca nace,
la pequeñez inmensa de una cárcel,
el pozo sin fondo de la vida.
La libertad es la acción
en la acción de un TODOS juntos.
Pura María García
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